domingo, 5 de diciembre de 2010

DUELO

Te cuidé día y noche. Día tras día. Y pasaron semanas y meses.

Mi visita era tu rutina y tu morir la mía.
Mis cuidados no servian de cura pero sí atenuaban tu dolor.
Quise extirpar con furia, lo que te pudría por dentro. En cada masaje y en cada carícia mis manos quisieron entrar en ti para arrancarlo.

Me enganché a tu cama, a tus sábanas. Hice mías tus zapatillas, y tu peine, y tus pijamas sudados.
Entraba en la sala con la naturalidad del personal sanitario que me saludaba afectuosamente. Hasta me invitaron a pastel el día del cumpleaños de la jefa de planta.
Viví casi todo el embarazo de la auxiliar y le ayudé a escoger el nombre del pequeño...

Cada mañana y cada tarde. Entrar y salir por la misma puerta. Subir y bajar los mismos escalones. Cruzarme con caras diferentes. Infinidad de diagnósticos, de esperanzas y de milagros.

Sólo me alejé de ti un fin de semena. Fué sólo un instante de aquel tiempo eterno. 20 años de matrimonio son razón para celebrar. Hasta tu lo reconociste. Una escapada íntima y en família. Nada más.

Todo ligado. Hasta quién cambiaría tu pijama aquella mañana sin mi.

Y fué entonces cuando te fuiste y me dejaste sola.
Y no me diste oportunidad de abrazarte una vez más.
Aprovechaste mi ausencia para liberarte de mi.
Porque me ligué a ti.
Porque te ligué a mi.
Te até.
Y te escapaste un sábado por la tarde, mientras recorría de su brazo el paseo marítimo del pueblo de tu infancia.
Y justo a esa hora, exactamente entonces, (ad)miré la puesta de sol. La calma del ocaso y la caída de la noche más oscura.

VENCIDO Y DESARMADO

"La guerra le arrebató la paz y la posguerra la dignidad".
Cito a Sierra Fabra que en su libro Siete días de julio, nos habla del retorno a la ciudad destruída de quien fué vencido, humillado y expoliado por el bando cruelmente victorioso.

Cabizbajo y gris, lloroso y sucio, desorientado y perdido. Acabado, vuelve del exilio, del infierno, de la nada. Del silencio y de los gritos, de la miseria y de la locura.

La paz que se pierde por las guerras. La guerra que arrebata el pan, la palabra y la vida.
La paz que pierdo en la guerra. Lo que pierdo. Mi paz.

Nada ni nadie me devolverá lo que me quitaron entonces. Ya nunca reiré a carcajadas. Hasta el sonido de la risa excesiva me arrastra de nuevo al trueno de las balas.

Sólo la brisa, no el viento, sólo la brisa. Todo leve y moderado. Ni el sol intenso del verano me devuelve el julio perdido.