miércoles, 9 de noviembre de 2011

DE LA MISERIA Y DE LOS MISERABLES

Define la RAE la miseria como la desgracia, la pobreza extrema, la falta de aquello necesario y básico para el sustento. La miseria es el infortunio.
En tiempos de crisis económica, aparecen nuevas situaciones de miseria y se agudizan aún más aquellas que se arrastran desde tiempo atrás…

Mires dónde mires, más lejos o más cerca de casa, la miseria crece en la infancia, en las familias, en nuestros ancianos… Datos y más datos se refieren a la miseria.
Cada día, desde mi trabajo, tratamos paliar esas situaciones, también con recursos de miseria, que frenan momentáneamente algunas catástrofes personales y familiares. Miserias que vuelven y generan desespero y desesperanza.

Define la RAE al miserable como a aquel infeliz, canalla, perverso, sórdido y mezquino quien, más allá de su sustento, es capaz de abusar, corromper, robar, malversar, maltratar, ignorar…por encima de la justicia, por encima de la ley, por encima de la ética, más allá del bien y del mal universal.

Mires dónde mires, en tiempos de crisis y en tiempos de bonanza, identificamos por doquier a los miserables. La prensa se refiere a ellos como banqueros, poderosos dictadores, miembros “reales” corruptos, violadores, terroristas... No hay estadísticas sobre los miserables. No se recogen sus nombres ni si proliferan o si están en vías de extinción.

En mi trabajo les atendemos en forma de hijos que abusan, roban y maltratan a sus madres ancianas, de padres que abusan y maltratan a sus hijos pequeños, de madres que justifican los abusos y no protegen, en forma de maridos que insultan i agreden a sus esposas, en forma de ignorancia o de perversa inteligencia… en forma de desgracia crónica, de desdicha heredada.

Los miserables nacen, crecen y permanecen. Los miserables son y no pretenden redimirse. Los miserables no pasan hambre ni tienen porqué ver peligrar sus trabajos o sus casas. Los miserables ejercen con orgullo y prepotencia y gobiernan y tal vez dimitan tras el expolio y sin vergüenza. Acuden a fiestas y alardean de sus excesos, humillan a las mujeres y lo escriben en sus blocs. Tienen sueldos abusivos y no se plantean ejercer ni la caridad más falsa.

Los miserables, eso sí, no conocen ni conocerán nunca la naturaleza del amor, el valor del perdón y la paz del alma. Eso que la miseria no arrebata.