
Pensaba que no valía la pena huir, escapar y vivir lejos de aquello y aquellos a quien amas "sólo" por un conflicto personal con las ideas que gobernaban el país.
Admiraba, eso sí, a quienes optaron a ello pero siempre pensé que tenían más valor los que luchaban y se revelaban activamente y en la proximidad que los que optaron hacerlo desde la distancia.
Sospechaba que, en cualquier caso, se trataba de personas con un claro posicionamiento político, conocido por todos. Gente perseguida, o con antecedentes. Tachados de terroristas o revolucionarios.
No podría ser, en ningún caso, una opción tomada desde la calma y la reflexión, sinó con la policía avasallando cada noche la puerta.
No podía ser un exilio de conciencia.
Últimamente empiezo a entender a aquellos que no pudieron convivir con las formas, los modos, las maneras, los principios y las represiones.
Cada día tengo más claro lo que cuesta circular por la vida sin que parezca que lo que pasa, duele. Y duele mucho.
Evito la prensa, evito los debates, me evado con superficialidades porqué cada día estoy en contacto directo con unos valores que aborrezco.
Me agota el ritmo de la ciudad y me aprisionan los principios que imperan.
Me molesta la falta de respeto, la mala educación, la irresponsabilidad individual y colectiva, la agresividad como sistema...
Y me asusto, más aún si cabe, cuando intuyo lo que está por venir.
No creo que me vaya. Ojalá encontrara a dónde. Porqué por mucho que entienda ahora el exilio como opción, soy incapaz de encontrar, en el mundo de hoy, un lugar donde refugiarme.