jueves, 17 de diciembre de 2009

BUCLE

Cualquier alteración de SU orden que se le presente, le distrae del resto del mundo como una obsesión. Le altera el día (y las semanas) y le carga de tristeza. Sabe que hay algo pendiente, hay algo pendiente, hay algo pendiente que no hace a la vida perfecta... Su único pensamiento es cómo enmendarlo o por dónde escapar.

No importa la trascendencia del hecho. El más mínimo desvío. Un susurro le fulmina el silencio...
Y así una sombra le cubre la mirada y deja de brillar y de ver los brillos de la vida tal y como se merecen. Sólo le sonríe un lado de la cara y hasta llega a mirar de reojo.

Su conciencia le dice que no está bien y no ignora que rara vez podrá sentirse al 100% donde una vez decidió que debía sentirse. Pero no puede tolerarlo. Le puede su decición. La que tomó no recuerda cuando.

Se juzga, eso sí. Se juzga por cómo lo elabora. Mejor dicho, por cómo NO lo elabora. Sabe que no fluye. Y sabe que salta de una obsesión a otra porque nadie más conoce el orden de cómo deben ser las cosas.

Nadie más sabe, ni remotamente, cómo deben ser las cosas.

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