lunes, 29 de agosto de 2011

SOBREVIVIRÉ (o la puta manía de creernos Escarlata O'Hara)

En coherencia con el nuevo inidvidualismo y el nuevo super-hombre (y sobretodo super-mujer) y porque somos así de modernos y evolucionados, reconocer el dolor por des-amor es como rebajarse a la languidez de un personaje de Jean Austen.

Durante una crisis de pareja, decirle al otro que "si lo nuestro se acaba, sufriré un tiempo pero, ojo! levantaré cabeza como he hecho hasta ahora...antes de conocerte, y más fortalecida, si cabe" es un aviso para navegantes, un recordatorio de que "nadies es imprescindible, por mucho que te ame, y tu no eres una excepción".

Superada la adolescencia queremos demostrar y demostrarnos que, en eso del mal de amores, y gracias a nuestra dilatada experiéncia nadie, (nadie, a ver si lo entiendes), nos hará sentir más dolor del que nos infringieron alguna vez, en esos tiempos en que sufríamos...

De mi dolor, hice un callo.
Ya no duele.
Aunque estoy rota por la mitad...

Y nada menos cierto, en mi humilde opinión, que creernos entrenados para las rupturas.
En la adultez las relaciones avanzan rápido y, en poco tiempo, consolidas sentimientos y haces proyectos y te visualizas en la buena compañia.
El tiempo desarrolla un ojo clínico que selecciona a los candidatos y el margen de error suele reducirse para las nuevas relaciones.

Pero romper eso, desapegarte de ese con quién creíste acertar por fin, hace tanto daño como el primer desamor de pubertad. La primera dejada, la primera ruptura.

Como mucho, eso sí, nos queda la certeza de que sobreviviremos como hemos sobrevivido a otros golpes. Porque la vida son otras cosas y cuando golpea en el centro del estómago, crees morir por la pena...ay! la pena...

Pero que nadie niegue el desespero y la herida sangrante y que nadie niegue que se pierde el sentido y que mata el empezar de nuevo y que nadie niegue que quedará una nueva herida que tal vez cicatrice como otras lo hicieron. O tal vez, no.

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