La vió en una foto de la revista LIFE y quiso saber de ella.
En realidad se enamoró de ella nada más verla y la quiso para si.
Más tarde aclaró que sentía que las mujeres americanas buscaban a hombre con una buena posición económica. Buen trabajo y buen coche. Ella entonces tenía 19 años. Una joven y pobre española, que vivía en un recóndito y pobre pueblo en la Extremadura del más duro franquismo.
Expuesta en Life, su cara dió la vuelta al mundo, pero a nadie le sedujo tanto como a él. A él le enamoró y buscó su direccción para escribirle y hablarle.
Y le escribió, y le habló de su trabajo, y de su coche y de que quería llevarla con él.
Ella no contestó a una sola de sus cartas y a él aún le duele. Viejo como está y escaso de memoria, a ella no pudo olvidarla. Guarda en un cajón, a mano, el ejemplar de Life que se la presentó ante los ojos, y ante el corazón, en blanco y negro y en una página central mientras ella velaba un muerto.
Ella no se casó nunca y aún tiembla por lo que pasó entonces. Aún siente el mismo temor y la misma extrañeza, dice. Él fracasó en su matrimonio la vez que lo intentó.
Cada uno vivió su vida y ninguno supo más del otro. Nunca.
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