jueves, 9 de abril de 2009

cap V: LA GUERRA EN PRIME TIME

Sin medios de comunicación, concretamente sin televisión, ¿hubiera estallado la guerra en Bosnia?
Afirman los analistas que, realmente, hubiera sido muy difícil porque, en este conflicto, los medios de comunicación tuvieron un papel especialmente determinante.
El posicionamiento de los medios junto a los nacionalismos más extremos fueron creando las bases y caldeando el ambiente en los años previos al conflicto bélico.
Antes de que se tomaran las armas, la guerra se había preparado en Serbia y Croacia a través de los medios controlados por los nacionalistas, tanto los reconvertidos del comunismo como los inspirados en el fascismo.

"Los medios de comunicación han instigado deliberadament el odio".
Zlatko Dizdarevic, redactor en cabeza del mítico diario "Oslobodenje" de Sarajevo.

Un poco de história del hacer de los medios de comunicación a la primera guerra de los Balcanes. Los medios de comunicación a Serbia:
En el antiguo sistema federal yugoslavo todas las repúblicas tenían radio, prensa y televisión propias y un organismo estatal, la JRT, se encargaba de coordinar el intercambio de programas.
Pronto Milosevic ve el rendimiento personal y político que puede sacar del nacionalismo serbio y también de la televisión.
En 1986, casi paralelament a su ascensión en la Liga de los Comunistas, empieza una represión brutal en la TV Serbia.
En sólo siete u ocho meses se genera una atmósfera política como para que los programas procedentes de otras repúblicas sean cada vez más insoportables.
Solución: TVS se retira de los intercambios y la televisión Croata hace muy pronto el mismo.
Así desaparece la JRT y con ella un elemento mediático aglutinador de las distintas etnias, realidades y culturas que conformaban Yugoslavia.
Un nuevo paso de esta escalada de tensión es el cambio que experimenta el lenguaje y el discurso televisivo. Todas las repúblicas son malas a excepción de Serbia, que está "explotada por los demás".
El nacionalismo serbio se alimenta de autocompasión y se describe como "la víctima de los nacionalismos de los otros".
El lenguaje, la forma de designar al otro, al enemigo, se empieza a embrutecer: todos los eslovenos son fascistas y los croatas unos "ustachis" aliados de los nazis que atacan a los serbios ...
De hecho, la explotación de los antiguos miedos derivadas de la II Guerra Mundial actúa en modo de mancha de aceite, como un veneno que todo lo contamina. La televisión emito cada día documentales sobre las matanzas y atrocidades que cometieron las milicias o "ustachis" cruzados aliados de Hitler contra los serbios.
El clima para intervenir en Croacia está servido.
Los bosnios pasan a ser nombrados "musulmanes", después "fundamentalistas", más tarde "turcos" y "moros", para acabar siendo simplemente "cerdos".
Buena parte de la población serbia de Bosnia, sobre todo de las zonas rurales, dónde el acceso a la información depende casi exclusivamente de H televisión empezó a recelar de sus vecinos musulmanes sin dar importancia al hecho que hasta aquel momento hubieran sido sus mejores amigos o que los matrimonios mixtos fueran un hecho común.
Así, pues, una vez acabada la guerra a los medios de comunicación, empieza la guerra de las armas.
Los políticos demócratas, centenares de periodistas independientes, intelectuales que no se pusieron al servicio del poder y buena parte de la sociedad civil en la antigua Yugoslavia creen que aquello que pasó en Bosnia es un ejemplo de cómo los medios de comunicación han sido el instrumento a través del cual los políticos ultranacionalistas, no importa el signo del que provengan, arrastraron a su pueblo a una guerra que no quería.

En la antigua Yugoslavia la manipulación de los medios contribuyó decisivamente a romper la convivencia de una sociedad multiètnica, pluricultural y plurireligiosa.
En la época de la guerra como espectáculo a la sala de estar, de bombardeos que recuerdan los árboles de Nadal (Iraq 91) y desembarcos a los que llega antes la CNN que las tropas norteamericanas (Somalia 92), la guerra de Bosnia pone en evidencia que, a menudo, los medios no explican los conflictos, sino que los refuerzan.

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