viernes, 10 de abril de 2009

cap XI: (CON)VIVIR CON MI VICTIMARIO

"Todo hombre que intenta vivir a gusto intenta vivir si enfrentarse a sus remordimientos".
Ricardo III. W Shakespeare

En los conflictos internos el final de la guerra no asegura el alejamiento de los victimarios. En ocasiones, algunos victimarios dan también su testimonio como parte de su proceso de pacificación personal.
Muchos de ellos, muestran y manifiestan afecciones y problemas de salud mental, tanto por la reacción social, como por la propia reacción, sentimiento de culpa y de duda, incluso sentimiento de haber sido utilizados (pensemos en victimarios obligados a formar parte de guerrillas paramilitares o en los casos de niños y níñas soldado).
Otras personas, en cambio, tienen capacidad para seguir viviendo sin contradicción personal y han sido capaces de proporcionarse excusas para vivir ajenos a sus responsabilidades escondiéndose tras el olvido, buscando justificaciones en el momento histórico, justificándose ideológicamente o por razones de obediencia jerárquica.
La recuperación personal de los victimarios se produce a partir del enfrentamiento con su propia experiencia y también a partir de la reparación de algunos de los males en que participó a través del trabajo comunitario, declaraciones y reconocimiento público, ayuda a las familias afectadas, sumisión a la justicia...

Tras un conflicto interno en el cual ha habido una enorme destrucción material y una grave crisis humanitaria, la posguerra pone de manifiesto la enorme fractura social, la desconfianza y la destrucción comunitaria. Las sospechas, el miedo y el resentimiento sobre acciones y vinculaciones anteriores se deben vaciar para reconstruir la red natural de relaciones.
La justicia y las acciones de reconstrucción, no pueden olvidar la reconstrucción del tejido social teniendo como protagonistas a las propias víctimas (y victimarios) de la comunidad también como medida preventiva ante futuros desórdenes.

Los procesos de reconciliación no pueden dejar de tener en cuenta los resentimientos y deudas pendientes a la hora de planificar la nueva convivencia. La guerra produce dinámicas de violencia y odio que se instalan rápidamente en las comunidades y por eso es por lo que los procesos de paz se deben plantear en base a la educación en la no violencia y la rehabilitación y educación emocional.

El miedo se instala y reproduce y se puede manifestar a largo plazo y amenazar una vez más la convivencia.
Existen experiencias de comunidades enfrentadas que compartieron los testimonios de las víctimas y supervivientes del conflicto como parte de sus procesos de reconciliación.
Ambos grupos pudieron reconocer el propio padecimiento en el padecimiento y el dolor de los relatos ajenos haciendo un ejercicio de empatía pese a las diferencias.

El respeto a la cultura local y a las propias formas de organización social son fundamentales a la hora de imponer justicia. Hace falta, pues, buscar formas propias de resolución de conflictos y de reconciliación y reparación. Para tejer nuevas relaciones sociales en comunidades fracturadas por la violencia, estas deben hacer suyos estos procesos de reconstrucción de la cotidianidad con el fin de conseguir la paz emocional rompiendo las estructuras de violencia generadas por la guerra.

"En la comunidad de San Antonio un hombre mató a otro. Pero allá no lo lincharon, sino que se reunieron para discutir qué hacer. La comunidad pensó mucho y decidieron que la persona tenía que reparar el daño que había hecho. Ya que no se le podía devolver la vida a Juan, se decidió que el hombre debía hacerse cargo de las necesidades de la señora y los hijos hasta que ellos fueran mayores".
(Viaje a la memoria. Carlos Martín Beristain, 1997)

Hace falta aumentar el poder de la gente sobre su propia vida de la misma forma que es necesaria la recuperación de la memoria colectiva, el derecho a no seguir amenazado y demandar justicia y verdad.
Enfrentarse a todas las consecuencias que la guerra y la represión tiene sobre las personas, supone trabajar por aumentar la dignidad de las víctimas y sus familias, prevenir las causas para que no se repita, reconstruir los lazos familiares y vecinales, proporcionar seguridad y confianza y rehacer los proyectos de vida tanto individuales como colectivos.
Es necesario construir espacios de convivencia, encuentro y crecimiento personal para compartir las experiencias traumáticas y para discutir otros aspectos que le experiencia de la guerra ha hecho replantearse a las personas.

La reconciliación es ponerse a mirar desde la perspectiva del otro y entenderlo desde el conocimiento y la razón.
La reconciliación parte de la legitimidad de las emociones propias y ajenas de miedo, de odio, de ira, de resentimiento.
La reconciliación es también poder sentir qué siente el otro y empatitzar con sus sentimientos. La reconciliación es un ejercicio de desarrollo de la compasión y la misericordia, una conversión moral, un cambio personal con la aceptación del otro y el reconocimiento de los propios errores y delitos.
La reconciliación es un camino de reconstrucción psicosocial con sus experiencias de sufrimiento y resistencia.

La intimidad de vivir o convivir juntos proporciona una transparencia de sentimientos y puntos de vista. Se trata de construir nuevas miradas para los viejos problemas y construir un futuro compartido. Es muy importante que las partes en conflicto se encuentren y se relacionen como personas y tengan un lugar dónde expresar sus sentimientos de forma abierta y en un contexto en el que se reconozca la posibilitado de un futuro compartido.

En Mozambique, el proyecto "Circo de Pau" relacionaba el drama y las artes (emociones estéticas) como herramienta de expresión pública de las trágicas pérdidas que había sufrido el país y para tratar las cuestiones que quitaban el sueño a la población.
En Liberia la Asociación Cristiana de Salud, integró la resolución de conflictos en los programas de sanidad pública con el fin de facilitar el enfrentamiento de las víctimas con los traumas emocionales de la posguerra usando técnicas de tratamiento de la violencia entre comunidades junto con técnicas de eliminación de prejuicios.
En Somalia a los jóvenes de las bandas de Mogadiscio se les ofrecía, a cambio de sus armas, formación en varias profesiones así como las herramientas necesarias y contratos de trabajo una vez acabada la formación. Se trataba de brindar a los participantes la oportunidad de enfrentarse al trauma de la experiencia vivida, relacionándose con jóvenes de otras milicias enemigas en un entorno estructurado que los permitiera la transformación económica, social y emocional.

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